martes, febrero 05, 2008


La Pobreza y La Salud

Uriel García Cáceres
Ex ministro de Salud

“No importa cuán exitosos puedan ser los programas científicos para combatir las enfermedades, la justicia social será la más efectiva curación para los males que se originan en la inequidad". Este fue el colofón con el que concluimos un trabajo, hace unos dos años, sobre los problemas de salud en las comunidades don­de predomina la pobreza. Porque resulta incomprensible observar que se predique la idea de que con la utilización de los medios que la tecnología moderna de prevención ofrecen se curarán las enfermeda­des que atacan a los pobres.

La tuberculosis, aquella que ataca alos pobres por vivir en condicio­nes infrahumanas, en viviendas que al analizarlas son una denun­cia permanente al incumplimien­to de los derechos de todo ser hu­mano, no se cura con antibióticos. Se cura con justicia social; es decir, con un salario digno que llene las necesidades de todo ser huma­no. Uno que proporcione buena vivienda, sin hacinamiento y con agua y desagüe, buena educación, riesgos cubiertos y una jubilación exitosa. En países como Canadá o Suecia no se conoce programas DOT de suministro de antibióticos a toda persona que tenga el bacilo productor de la tuberculosis en el esputo. Aquí existe ese programa, que ha sido elogiado por la Organi­zación Mundial de la Salud (OMS), porque no quiere poner el dedo en la llaga. Antes de suministrar medicamentos, con imaginativas campañas, hay que transformar la distribución de la riqueza.

René Dubos (1901-1982), fran­cés patólogo experimental y lucha­dor social ha dicho: ''la tuberculosis es una enfermedad con problemas que trascienden más allá de los mé­todos médicos tradicionales…el impacto de las demandas sociales y económicas de sus víctimas de ser considerados tanto o más que los mecanismos de daños causados por el bacilo de la tuberculosis". Es­tas palabras parecen no tener eco.

A finales del gobierno revolu­cionario de las Fuerzas Armadas se terminó de construir un magnifico hospital en Chimbote. Fue equipa­do con los más modernos imple­mentos de atención curativa. Hace 30 años Chimbote, aún lo es en gran medida, era una gigantesca barriada, sin agua y menos desagüe. Allí, en febrero de 1991, como castigo del cielo, se inició la mayor epidemia de cólera que registra la historia de sa­lud pública mundial. Si, como en la década de 1850, en Londres, se hu­biera invertido algo menos que el costo actual de un moderno nosoco­mio, Chimbote y alo mejor el Perú entero se hubiese salvado del cólera. La tifoidea Y todas las enfermedades diarreicas desaparecen cuando se dota de agua potable y de un sistema de alcantarillado que garantice que las deyecciones jamás contaminen los alimentos.

La enfermedad de Chagas es causada por las deyecciones que emite el insecto transmisor al momento de chupar la sangre de su víctima. Se trata de un horripilante bicho, conocido como chirimacha, que es del tamaño de una cucaracha de desagüe. Vive en los resquicios de los adobes de las casas de los po­bres que conviven con cuyes y aves. El diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad es complejo. Hay imaginativos métodos de atención primaria, para prevenir la enferme­dad, como rociar insecticidas en las paredes, no criar cuyes, gallinas ni perros. Con una casa decente, pro­ducto del salario digno de una fami­lia, desaparecen las chirimachas co­mo por encanto y se van al olvido las políticas de prevención antes que curación. Arequipa es un ejemplo. En los barrios residenciales no se conoce ni se oye hablar de Chagas ni nunca han visto una chirimacha. En las barriadas sí abundan.

Podríamos llenar muchas pá­ginas con ejemplos, dolorosos. El cáncer del cuello uterino de las mujeres pobres de Pucallpa o Espinar, producto de la promiscuidad, om­nímodo subproducto de la extre­ma pobreza. La medicina social­mente orientada debe participar en el mejoramiento de vivienda, la nutrición, la educación o las opor­tunidades de empleo; combatir la discriminación y el racismo; luchar por eliminar la pobreza y las inequidades en la atención médi­ca y, en general de la sociedad en su conjunto.

En muchas instancias de la ac­ción de las llamadas políticas de sa­lud el 'cientificismo' impide ponien­do trabas. No consideran que exista una patología de la pobreza. Mini­mizan el papel de la injusticia so­cial como causa directa de las enfer­medades en los pobres. Exageran la responsabilidad de los enfermos sin considerar que los que incumplen son los que menos pueden cumplir.

La medicina social es una es­pecialidad inexistente en este país. Desapareció con Maxim Kuczynski Godard, Carlos Enrique paz Soldán y Manuel Núñez Butrón. Es hora de restablecerla, como también es ho­ra de implantar una política econó­mica más justa que la que hoy exis­te y mucho más justa que la que se ofrece. 'El chorreo' es un engaño y una bomba de tiempo que puede es­tallar en cualquier momento.


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