viernes, enero 12, 2007

El gigante que se despierta



Se estima que hay 200 millones de personas infectadas por el virus de la hepatitis C en todo el mundo.
Si no son sometidas a tratamiento, dentro de algunos años la mayoría se verá afectada por cirrosis y cáncer de hígado, y habrá más demanda de trasplantes.

MONTEVIDEO. "La forma de lidiar con la epidemia es estudiar a los grupos de alto riesgo, integrados por todos aquellos que tienen contacto con sangre", aseguró el hepatólogo argentino Federico Villamil, quien destacó la importancia de atacar en forma temprana la evolución de la hepatitis C, enfermedad con "evolución a la cronicidad y progresión en silencio". Es que una vez que ese virus ingresa al organismo pueden pasar 20 ó 30 años para que sus efectos se manifiesten abiertamente, pero ya en forma de enfermedades muy serias.

Villamil, presidente de la Sociedad Internacional de Trasplante de Hígado, y jefe de Hepatología y director médico de Trasplante Hepático en la Fundación Favaloro de Buenos Aires (Argentina), dijo que la hepatitis C es una enfermedad ocasionada por un virus descubierto a finales de los años 80, llamado 'virus de la Hepatitis C', que se transmite a través de sangre infectada. Ya a partir del inicio de los 90 se contó con una prueba para poder detectar la presencia de ese virus en la sangre.

Agregó que "la gente tiene el concepto popular de que la hepatitis B es la hepatitis mala; sin embargo, eso no es así: de 100 pacientes que se infectan, de 5 a 10 van a formas crónicas, el resto se cura; pero en la C, de cada 100 casos, el 85 por ciento va a formas crónicas".



EN SILENCIO. Una vez que el virus ingresa al organismo pueden pasar 20 ó 30 años para que sus efectos se manifiesten abiertamente.



El médico explico también que este virus tiene "capacidad de quedarse en el organismo, de producir infecciones crónicas". Comentó que en la enorme mayoría de los casos, se diagnostica por casualidad y añadió que se trata de una "característica asintomática, que se descubre por casualidad". Aclaró que "asintomática, no es sinónimo de benigna, sino que cuando se descubre la infección, el paciente puede tener una enfermedad avanzada, con 20 ó 30 años de evolución".
Dentro de las hepatitis crónicas hay pacientes que tienen un daño muy leve y otros que llegan hasta la cirrosis hepática. "El virus de la hepatitis C produce desde lesiones mínimas a cirrosis avanzadas y, lo importante es que, en general, a mayor duración de la infección, mayor posibilidad de tener una enfermedad seria."
"La única forma de saber si el paciente tiene una enfermedad leve, moderada o severa, es hacer una biopsia hepática", siguió el entrevistado. Ese estudio determina de qué severidad es la enfermedad y "genera una buena orientación para saber qué pronóstico tiene el paciente y conocer si hay que tratar o no".


El hepatólogo Federico Villamil destacó la importancia de atacar en una forma temprana la evolución de la hepatitis C.



Villamil explicó que el virus de la hepatitis C comparte la forma de transmisión con el virus del HIV y en menor medida con el de la hepatitis B, por eso es muy común que haya lo que llamamos coinfecciones: HIV con C, HIV con B, o B con C. "Los tres virus se contagian fundamentalmente por la sangre", precisó.

Antes de 1990, en que se empezó a detectar el anticuerpo en la sangre, hasta un 15 por ciento de quienes recibían transfusiones de sangre podían resultar infectados con el virus de la hepatitis C; después de la posibilidad de detección, ese riesgo bajó a 0,1 ó 0,2 por ciento.

Tal como lo recordó Villamil, "la segunda vía, muy importante en el pasado, fue la drogadicción intravenosa, gente que compartía las agujas; lo mismo sucedía con tatuajes o acupuntura". Estos riesgos se disminuyeron a partir de la utilización de material descartable.

Sin embargo, en la actualidad comienzan a presentar su fase más grave las infecciones contraídas hace 20 ó 30 años, cuando no se realizaban esos controles y cuidados. Por eso, "hoy estamos viendo un número creciente, y alarmante de casos de cirrosis hepática, cáncer primitivo de hígado y candidatos a trasplante".

Eso lleva, por ejemplo, a que en Estados Unidos se estime que de aquí al 2012 habrá un aumento de 300 a 500 por ciento de las enfermedades graves vinculadas al virus C, siempre por infecciones adquiridas 20 ó 30 años atrás.

El efecto será que "la demanda de trasplantes va a ser de tres a cinco veces mayor", con el adicional de que el virus de la hepatitis C reinfecta al hígado nuevo, y en esta segunda oportunidad "en forma más acelerada". El resultado es que "a 10 años del transplante un 30 por ciento de casos ya tienen cirrosis en el nuevo hígado", y eso plantea la necesidad de considerar un retrasplante, y abre un dilema ético, en la medida en que otros que están en la lista fallecen sin tener opción a un primer órgano.

Sí se logra eliminar al virus de la sangre en forma sostenida, "en el paciente con daño hepático intermedio, la enfermedad no progresa más". Por eso, reiteró Villamil, "los grupos de alto riesgo deberían ser todos estudiados para detectar la enfermedad en forma precoz, en una etapa en que sea reversible con tratamiento, como forma de tratar de evitar la cirrosis y la necesidad de trasplante".

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